domingo, 27 de marzo de 2016

¿Cómo afectan las amenazas y el estrés a la atención y el aprendizaje?

En la historia de la educación tenemos diferentes enfoques y concepciones sobre el proceso de enseñanza y el de aprendizaje. Tenemos épocas en las cuales al alumno se le consideraba como un ser totalmente carente de conocimientos previos, (a-lumno = ser sin luz. En este caso la luz era sinónimo de conocimiento); no se tomaba en cuenta sus experiencias de vida ni sus características individuales, menos aún sus intereses y necesidades. Igualmente se asumía que “la letra con sangre entra”. Un profesor mientras más rígido, impersonal y carente de emociones y afectos era considerado como “el mejor maestro” porque castigaba, amenazaba y era “experto en desaprobar”. Felizmente este periodo, de educación tradicional sustentada en el conductismo, poco a poco va quedando atrás y gradualmente se van asumiendo posturas pedagógicas mucho más compatibles con el funcionamiento del cerebro humano, de acuerdo a su etapa de desarrollo y a sus diferencias. Ahora, gracias a los aportes de las Neurociencias sabemos que cada persona percibe y procesa los estímulos del entorno en forma totalmente diferente, dependiendo de su herencia biológica, pero sobre todo del tipo de contexto en el cual se ha desarrollado. Por otro lado sabemos que la capacidad de aprender a aprender y de aprender durante toda la vida, se basa en la maleabilidad que tiene el cerebro y el sistema nervioso, en general. Sabemos que un entorno estimulante y retador favorece la generación de mayor cantidad de redes neuronales haciendo posible aprendizajes mucho más significativos y complejos. Al respecto, Diamond (1967, citado en Jensen, 2004) expresa que “cuando enriquecemos el entorno, obtenemos cerebros con un córtex más grueso, más ramificaciones dendríticas, más prolongaciones de crecimiento y mayores cuerpos celulares). Esto implica la posibilidad de incrementar la capacidad de aprendizaje. Las personas más inteligentes probablemente tienen mayor numero de redes neuronales que están entrelazadas de modo más intrincado (Jensen, 2004). En este aspecto habría que preguntarnos ¡En qué medida influye la escuela en el desarrollo del cerebro? Además, es importante tomar en cuenta que cuando hablamos de entornos retadores, enriquecidos, estimulantes y motivadores, también nos estamos refiriendo a aquellos donde no existen amenazas ni generan estrés. Cuando nos sentimos estresados, a casusa de la presencia de un peligro físico, académico o emocional, nuestras glándulas suprarrenales liberan cortisol que genera una serie de reacciones corporales que incluyen la disminución del sistema inmunitario, la tensión muscular y se eleva la presión sanguínea. En los niños, es decir, si este estrés se produce con frecuencia, provocan la muerte de las células cerebrales del hipocampo, que es fundamental para la formación de recuerdos. (Vincent, 1990, citado en Jensen, 2004). Un entorno estresante está asociado directamente con el fracaso escolar. Por tanto el clima social de aula también es un factor determinante del éxito o del fracaso escolar. La neurociencias cognitivas o neuropsicológicas son las que han contribuido más con sus investigaciones al contexto educativo tomando como variables las emociones. Un aspecto que destaca en estas investigaciones es el referido a las dos estructuras del sistema límbico: la amígdala y el hipocampo. Estas estructuras están relacionadas directamente con la corteza neofrontal. Si por alguna razón resultan inhibidas a causa del miedo o alguna situación de estrés, puede existir una disminución en el aprendizaje. (Mogollón, 2010) Cuando una persona está bajo la acción de un evento emocional, la amígdala surge como centinela, dando la alarma e inicialmente se estimula la secreción de la hormona corticotropina (también neurotransmisor) y continúa con la secreción (a nivel suprarrenal) de cortisol. Esta última hormona disminuye su enfoque en la memoria de trabajo desviándolo hacia los sentidos. Cuando este evento emocional es prolongado (estrés a causa del miedo; por ejemplo), se cometen errores, la memoria falla, la atención es errática y aparece la dificultad de procesar información racionalmente. Es necesario tener presente que elevados niveles de cortisol producen deterioro en células cerebrales, lo cual incide en la memoria y la atención al producir en la persona una baja en la autoestima y el rendimiento académico, así como una errática conducta para comunicarse). La neurociencias ya ha demostrado fehacientemente que un evento emocional relevante (emoción traumática) se almacena en forma vivida e intensa y su recuerdo sobreexcita la amígdala, la cual reacciona inhibiendo otras acciones ejecutivas en el cerebro, como la atención y el razonamiento. (Mogollón, 2010).

 Referencias Bibliográficas
 Jensen, E. (2004). Cerebro y aprendizaje. Madrid: Narcea.
Mogollón, E. (2010). Aportes de las neurociencias para el desarrollo de estrategias de enseñanza y aprendizaje de las MatemáticasRevista Electrónica Educare [en linea], XIV (Julio-Diciembre). Recuperado de http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=194115606009
Salas, R. (2003). ¿LA EDUCACION NECESITA REALMENTE DE LA NEUROCIENCIA?. Estudios pedagógicos (Valdivia), (29), 155-171. Recuperado http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-07052003000100011